Rasgos fundamentales de la EBC (11): La educación como motor del cambio

educación

La educación es la base de toda sociedad. En ella está la explicación de las sociedades actuales y el germen de las futuras y precisamente por ello, es un tema de vital importancia.

Necesitamos una educación que contribuya a cambiar el mundo, humanizándolo. 

Todo proceso educativo debe buscar construir relaciones equitativas, justas, respetuosas de la diversidad y de la igualdad de derechos entre las personas; que posibilite que nos construyamos como sujetos y actores sociales, capaces de hacer rupturas con el orden social imperante que se nos impone como única posibilidad histórica (el modelo de globalización neoliberal); capaces de cuestionar los estereotipos y patrones ideológicos y éticos vigentes como verdades absolutas (el individualismo, la competencia, el mercado como regulador de las relaciones humanas…); capaces de aprender y desaprender permanentemente , capaces de imaginar y de crear nuevos espacios y relaciones entre los seres humanos concretos con quienes convivimos en el hogar, comunidad, trabajo, país, región; capaces de suscitar una disposición vital solidaria con el entorno social y medioambiental; capaces de desarrollar nuestras potencialidades racionales, emocionales y espirituales como hombres y como mujeres, superando la socialización de género patriarcal y machista y construyendo nuevas relaciones de poder en la vida cotidiana y el sistema social.

Uno de los requisitos más importantes y condición previa para el florecimiento de la economía del bien común es la intervención de nuevos valores, la sensibilización de la conciencia del ser humano incluyendo el propio cuerpo, la práctica de competencias sociales y comunicativas y el aprecio por la naturaleza. Por eso, se proponen seis contenidos básicos aptos para cualquier curso escolar: educación emocional, educación ética, educación comunicacional, educación para la democracia, educación para descubrir la naturaleza y conocimiento del cuerpo.

Educación emocional. Aprender a reconocer los sentimientos, a tomarlos en consideración, a no avergonzarse por ello y a hablar sobre ellos. La comunicación no violenta ha demostrado que una cantidad ingente de conflictos en las relaciones no se resuelven porque las personas no consiguen hablar sobre sus sentimientos y necesidades, ya que no han aprendido nunca a hacerlo. En vez de eso, se dedican a dirigir reproches contra aquellos que no han satisfecho sus necesidades y les han hecho daño. Con esto se alejan de sus propios sentimientos y necesidades, que era de lo que se trataba, y encima dañan a la otra persona. Se forma una espiral dañina interminable, mientras el origen del problema permanece, sin ninguna opción de que se resuelva.

Educación ética. Enseñar los distintos enfoques de los valores y a discutir sobre ellos para formar una inteligencia crítica y dar a conocer aspectos de los valores inconscientes. Por ejemplo, los niños aprenden que se puede competir, y los efectos que eso tiene; pero también que pueden cooperar y cómo impacta comportarse así. También aprenden los principios éticos básicos de las distintas corrientes filosóficas y religiosas en una visión general.

Educación comunicacional. Aprender sobre todo a escuchar. A prestar atención. A tomar en serio. A discutir objetivamente, sin ofensas personales o valoraciones. Puede parecer banal, pero estamos a años luz todavía de una cultura que valore y sepa mantener una discusión abierta y sin violencia. Una democrática cultura de la discusión se caracteriza porque yo trato a los que piensan diferente con respeto, en definitiva, porque expongo mis argumentos con claridad y calma. En la educación comunicacional los niños aprenden también —gracias a la socialización— que existe una forma de comunicación que diferencia hombres de mujeres, para reconocer los papeles aprendidos y poder corregirlos. También aprenderán que los malentendidos son la regla general, y que se necesita de algo de esfuerzo para alcanzar una mutua comprensión.

Educación para la democracia. La democracia es el concepto occidental más valioso. Pero cómo ese valor se llena de vida o se mantiene vivo —interfiriendo, opinando, decidiendo y co-diseñando todos los aspectos de la vida pública— no es nunca, o casi nunca, objeto de estudio en el colegio. La democracia se enseña como un factor seguro, y no como un frágil y vulnerable progreso que en cualquier momento se puede volver a perder. Y de hecho se ha vuelto a perder, porque la mayoría de las personas no encuentran posibilidad de participar, no se involucran, se apartan de la «polis» y del «ágora» con repulsa y frustración; porque se nos imponen otros contenidos vitales —consumo, diversión, drogas— a través de una industria mediática enemiga de la democracia y asesina del espíritu. Se podrían enseñar los siguientes elementos de la educación para la democracia: a) cómo muchos intereses se transforman en uno; b) cómo se toman las decisiones, para que con ellas todo el mundo pueda vivir bien (por ejemplo, a través del consenso sistemático); c) que un trato respetuoso a las diferentes necesidades es la premisa básica para confeccionar la voluntad satisfactoria de una mayoría amplia; d) que se pide el compromiso atento de todos para evitar que se instauren intereses particulares; e) que no se puede delegar la responsabilidad democrática, sino sólo la puesta en práctica. Y sobre todo, se debe enseñar esto: que la democracia acaba de empezar. Hemos degustado aproximadamente una décima parte de las posibilidades de la democracia; la gran experiencia de la «democracia real» aún está pendiente.

Educación para descubrir la naturaleza. Una economía que apuesta por el perpetuo crecimiento del dinero, de los ingresos, del patrimonio y de los bienes materiales está enferma en el sentido de que se ha roto el equilibrio de relaciones. Es «absoluta», desligada del resto de valores y de su base natural: el ecosistema planetario. La esencia de esta enfermedad es la falta de unión y la escasa capacidad de establecer relaciones que tienen muchas personas hacia sí mismas, hacia los demás, hacia su entorno natural y hacia un todo. La cura podría consistir en retomar esas relaciones, en cuidar y equilibrar aquello que es un camino seguro hacia la felicidad. Innumerables personas de todas las culturas han informado que una relación intensiva y valiosa con el medio ambiente, los seres vivos, los ríos, las montañas y el cielo es capaz de curar a los hombres. Si nos regalamos unas horas intensivas en la naturaleza, muy posiblemente el día transcurre feliz hasta el final. En esta asignatura, los niños aprenden no sólo a conocer las plantas, los animales, el agua en sus distintas formas y las piedras. También experimentan el impacto curativo de la naturaleza en cuerpo y alma propios: viento y lluvia, nubes y agua, las estrellas, las flores, las montañas, el silencio. Para aquel que experimenta una unión profunda con la naturaleza pierden atractivo los centros comerciales, la bolsa y tal vez hasta los coches. En cualquier caso, puede que un año de menos consumo material traiga un plus de calidad e intensidad de vida, incluso cuando desde el punto de vista clásico de los economistas de mercado esto significa una traición a la economía, la destrucción de la competitividad de la economía nacional y recesión.

Conocimiento del cuerpo. «La solidaridad es la ternura de los pueblos», decía Che Guevara. Pero ¿cómo se van a comportar los Estados afectuosos unos con otros, si ni nosotros conseguimos ser cariñosos con nosotros mismos? Muchos de nosotros nos alimentamos mal, nos movemos poco, nos abrazamos y acariciamos todavía menos, casi nunca nos damos masajes, ni se los damos a otros, ni tampoco los recibimos. Aunque hasta el momento es uno de los caminos hacia la felicidad de los hombres más rápidos que he conocido. Si comparamos el tiempo que gastamos en ir de compras, ver la televisión, ganar dinero y dar o recibir masajes, saldría a la luz la triste subordinación del cariño y las caricias. El cuerpo humano es un organismo infinitamente sensible con un fino sistema sensorial. Todos estamos en disposición de percibir sutilmente que cada paso, cada roce con algo, se puede convertir en una profunda experiencia sensorial y un masaje del alma. La intensidad y calidad de vida aumentaría tanto que no quedaría tiempo para experiencias no sensoriales. Cuanto más débil sea la sensación, la percepción física propia, más intensamente tendremos que compensar esa frustración con dinero, comida, alcohol y drogas. Por esto, se debería apoyar que los niños desde una temprana edad desarrollen una sutil, atenta y valiosa relación con su cuerpo que incentive la creatividad y la autenticidad, y sobre esta base, hacia el cuerpo de las otras personas y seres vivos. Se puede empezar con juegos, baile y acrobacias en grupo; y más tarde, tras la pubertad, se puede completar con trabajo corporal, masajes, terapias de energía, yoga y meditación.

Fuente: Christian Felber: “La Economía del Bien Común”. 2012

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 2: Giro radical del marco legal económico

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 3: El balance del bien común es el prioritario

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 4: El crecimiento económico deja de ser un fin

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 5: Cooperar en lugar de competir

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 6: Democratización de la empresa

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 7: los bienes democráticos

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 8.1: Un sistema financiero diferente. Unión Monetaria global y moneda local

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 8.2: Un sistema financiero diferente. Una banca democrática

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 9: Cuidado del medio ambiente

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 10: trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)

Rasgos fundamentales de la EBC (10): trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)

Trabajar menos

En la economía del bien común se da la vuelta a la dinámica del sistema: de la prioridad de recibir a la prioridad de dar. Esto significa que en el «centro», en el mercado, no se plantean competencia y escasez, sino cooperación y riqueza: allí habrá suficiente para todos: todos los que quieran contribuir con un trabajo significativo tendrán esa posibilidad. El que no pueda aportar nada, o no mucho de momento, recibe una renta de solidaridad.

En el caso de que hubiera desempleo, se minimizará, ya que las empresas serán recompensadas por contratar a más gente. Todas las empresas estarán involucradas en la solución de los problemas económicos.
Se reducen las horas normales de trabajo al nivel que quiere la mayoría de la gente: aproximadamente, de 30 a 33 horas semanales. Esto deja más tiempo para los otros tres grandes aspectos del trabajo que a nosotros, las personas, nos completan: el cuidado de las relaciones en el trabajo, trabajo propio y el trabajo comunitario (según Frigga Haug). Sólo con la eliminación de las horas extras la tasa de desempleo en Austria se reduciría en dos terceras partes, de trescientos mil a cien mil desempleados.

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Entrevista de Iñaki Gabilondo a Christian Felber: Qué es la Economía del Bien Común

Qué es

«La Economía del Bien Común permite a los seres humanos ser como queremos ser»

Aquí dejamos el vídeo con  una entrevista que le hizo Iñaki Gabilondo al impulsor de la Economía del Bien Común, Christian Felber, que resume perfectamente los principios fundamentales de este modelo económico.

La Economía del Bien Común es la economía del sentido común, que asume los valores que todo el mundo incluye en sus constituciones y busca como fin prioritario el beneficio social frente a los modelos que lo centran en el beneficio económico.

Dedica un poco más de tres cuartos de hora para conocer mejor esta nueva forma de ver la economía que podría cambiar el mundo, empleando a las empresas como el motor de ese cambio.

Para más información o para incorporarte a la difusión de la Economía del Bien Común puedes ponerte en contacto con nosotros. PINCHA AQUÍ

Rasgos fundamentales de la EBC (9): cuidado del medio ambiente

Cuidado del medio ambiente

El valor ecológico es uno de los elementos fundamentales del “balance del bien común”; las empresas conseguirán más beneficios legales y rentabilidad si son responsables con el medio ambiente y producen productos ecológicos y estarán más cerca de la quiebra si no lo hacen.

El beneficio de las empresas revertirá para inversiones con plusvalía social y ambiental; el mercado internacional se basará en el “comercio justo”; a la naturaleza se le reconocerá un valor propio.

El crecimiento económico ya no será un objetivo y sí la reducción de la huella ecológica de individuos, empresas y países a una cota sostenible a nivel mundial; etc.

Propone que los derechos de la naturaleza sean recogidos en las constituciones nacionales.

A la naturaleza se le concede un valor propio por lo cual no puede transformarse en propiedad privada. Quien necesite un pedazo de tierra para vivir, agricultura o comercio, se le cede una superficie limitada de forma gratuita o pagando una tasa de utilización.

El uso de la tierra está condicionado a criterios ecológicos y al uso concreto. Esto será el final de la especulación inmobiliaria, el “landgrabbing” (apropiación de grandes superficies por multinacionales u otros países) y del latifundismo. En contrapartida, se anula el impuesto sobre el terreno.

Un nuevo objetivo será la reducción de la huella ecológica de personas privadas, empresas y naciones, hacia un nivel globalmente sostenible y justo. Nuestra libertad de elegir un estilo de vida determinado encuentra su fin cuando limita la libertad de otros de elegir el mismo estilo de vida o por lo menos llevar una vida en dignidad. Personas privadas y empresas serán incentivadas para medir su huella ecológica y reducirla a un nivel globalmente sostenible y justo.

El Balance del Bien Común mide, entre otros factores, como puede afectar la actividad de las empresas en las nuevas generaciones y en el medio ambiente.

El objetivo de una empresa del bien común es el forzar la conciencia ecológica, así como posibilitar el comportamiento ecológico en la empresa.

En la Matriz del Bien Común se valoran cómo se aplican en cada empresa los valores de sostenibilidad medioambiental en cada grupo de contacto: en los proveedores, con una gestión que reduzca la huella ecológica; en los financiadores, con una gestión ecológica de las finanzas; en los empleados, con una promoción de su comportamiento ecológico; en los clientes, con una concepción ecológica de los productos y servicios, y en el ámbito social, con la reducción de los efectos perjudiciales al medio ambiente.

Entre las propuestas que hace para tener en cuenta un modelo de crecimiento ecológico, destacan:

  • Una gestión política global de recursos que limite la extracción de materias primas y organice su distribución de acuerdo a criterios de justicia y sostenibilidad;

  • Una «ecologización» radical del sistema fiscal.

  • La medición de la huella ecológica individual de cada uno, con la asignación de un presupuesto global de los recursos per cápita, con el fin de que nos anime a elegir un estilo de vida que pudiera ser elegido por todas las personas en la Tierra, sin reducir las oportunidades de vida de las otras personas o de las generaciones futuras.
  • Frenar los superávits que, entre otras cosas, conduzcan a adquisiciones devoradoras del medio ambiente y favorecer aquellos que se dediquen a la mejora medioambiental.

Como ya se ha mencionado anteriormente, el crecimiento en la economía del bien común no es un fin en sí mismo; y, como el éxito de una empresa ya no se mide según el balance financiero, el crecimiento de los valores monetarios ya no es un medio útil/coherente para alcanzar esta meta.

El dinero es sólo un medio para aumentar el bien común, y, si es menos lo que se requiere para lograr un mayor bien común, no hay el menor problema. En consecuencia, habrá —con suerte— un crecimiento duradero del bien común, pero no necesariamente uno de dinero, y con seguridad ningún aumento en el uso de la naturaleza ni de recursos materiales, porque parte del nuevo objetivo es usarlos de manera más eficiente y conservarlos. El resultado del balance del bien común es aún mejor:
  • cuanto menor es el número de productos inútiles que genera una empresa;

  • cuanto menor es el uso de recursos que se requiere en toda la cadena de valor;

  • cuanto menor sea el impacto medioambiental de los productos de desecho;

  • cuanto más completo sea el uso de los recursos utilizados en el circuito económico.

Así se crea un impacto en la dirección hacia la eficiencia de los recursos, el reciclaje, la reutilización, cero emisiones y cero residuos: «cradel to cradel». Este tornillo se mantendrá firme —estándares mínimos, puntos de bien común y el aumento de los incentivos legales— hasta que en la economía nacional el consumo de recursos económicos/emisiones contaminantes retrocedan completamente y se instalen en un nivel sostenible en el ámbito mundial o se reduzca por debajo de él.

Sin embargo, el balance del bien común no sustituye todos los demás instrumentos de política medioambiental, sino que los refuerza. Se requiere además:
  • una gestión política global de recursos que limite la extracción de materias primas y organice su distribución de acuerdo a criterios de justicia y sostenibilidad;
  • una ecologización radical del sistema fiscal;
  • si fuera necesario y las otras medidas no fueran suficientes, la medición de la huella ecológica individual de cada uno, con la asignación de un presupuesto global de los recursos per cápita.
Todos los estudios científicos sobre este tema revelan que un menor uso de los recursos y del consumo material no tienen por qué significar una reducción en la calidad de vida o de comodidad, sino todo lo contrario: si los ríos, lagos, bosques y campos ofrecen de nuevo un lugar de descanso; si las viviendas y las casas ya no necesitan petróleo y gas debido a un buen aislamiento, al uso de materiales naturales y a un diseño inteligente (y los países ya no emprenden guerras por el control de los recursos); si los muebles huelen a madera natural y halagan a los ojos como los pies descalzos; si la comida alimenta y llena de energía; si se pudiera llegar a pie a todos los sitios importantes a diario, o en un transporte público adecuado; si el ambiente de trabajo está libre de estrés, es relajado y se aprecia; si la pobreza y la mendicidad en las calles y lugares públicos desaparece, porque todos están integrados en la vida social y económica con igualdad de oportunidades y derechos; y si todos saben que su estilo de vida no priva a la gente en otros países alrededor del mundo ni a las generaciones futuras de sus oportunidades de existencia y de desarrollo, entonces ¡se vive simple y llanamente mejor!
Fuente: Christian Felber: “La Economía del Bien Común”. 2012

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores

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RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 10: Trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 11: La educación como motor del cambio

¿Cómo la Economía del Bien Común contribuye a conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

En este vídeo se plasman los aspectos fundamentales del modelo económico de la Economía del Bien Común y cómo su aplicación podría contribuir a la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible planteados por las Naciones Unidas.

Si estás interesado en profundizar más en el conocimiento de este modelo puedes entrar en  alguno de estos enlaces donde encontrarás materiales que te ayudarán a conocerlo mejor.

RESUMEN DE LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA EBC

LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN: EL RETO DEL SIGLO XXI

VIDEOS SOBRE QUÉ ES LA EBC

Para contactar con la EBC de Málaga pincha aquí

Rasgos fundamentales de la EBC (8): Un sistema financiero diferente. Una banca democrática.

Banca democrática

Objetivos y servicios

La banca democrática está obligatoriamente orientada hacia el bien común, no hacia el beneficio. Sus valores y objetivos son los de la economía del bien común. Debe fomentar en particular los circuitos económicos regionales y las inversiones sostenibles desde un punto de vista social y ecológico. La banca democrática ofrece los siguientes servicios básicos:

– Garantía ilimitada para los depósitos de ahorros.

– Cuentas corrientes gratuitas para todos los residentes.

– Créditos razonables para particulares y empresas bajo las condiciones de
a) solvencia económica y

b) creación de valor ecológico y social añadido mediante la inversión.

– Red de sucursales en todo el territorio con asesoramiento personal, en sinergia con un sistema democrático de correos, de transportes, de acceso público a internet.

– Créditos baratos para el Estado (complementarios a los del Banco Central Europeo) y distribución de deuda pública (si fuera necesario).

– Cambio de divisas.

Estos objetivos y servicios se podrían fijar en la Constitución y ser cambiados sólo por los propietarios mediante el principio de soberanía popular democrática. El gobierno y el Parlamento no tienen acceso a la banca democrática. Las normas y reglas (de la Unión Europea o de la Organización Mundial del Comercio) que estén en contra de la dirección democrática de la banca deben ser suprimidas.
Transparencia y seguridad
Todas las operaciones de la banca democrática aparecerán en su balance; la creación de filiales en paraísos fiscales está prohibida. La banca democrática no puede acuñar dinero.
Su función se limita a la de mediadora monetaria entre ahorradores y tomadores de créditos. La banca debe acatar el reglamento pertinente relativo al propio capital. No obstante, puede trabajar según el acreditado principio de confianza del sistema de los bancos de postguerra y realizar una política de créditos anticíclica en épocas de crisis. Cuando en tiempos de crisis la situación se complica para las empresas, la banca democrática se muestra más compresiva. Para esto, tiene capital propio suficiente.

Financiación, refinanciación, quiebra

La banca se financia mediante tasas crediticias. Cubre sus gastos (incluida la morosidad de los créditos, que de media es inferior al 1 por ciento de los créditos concedidos). Las personas que trabajan en la banca democrática gozan de una alta seguridad social y de amplios derechos de co-determinación. Obtienen unos ingresos dignos, como en todo «bien comunal democrático». Las diferencias salariales dentro de la banca no deben superar la proporción de 1:3.

La banca concede créditos de los depósitos de particulares, de empresas y del Estado. Como ese patrimonio financiero se incrementa continuamente, en relación con el PIB en la economía real, tendrá suficiente dinero disponible para créditos (refinanciación).

Si en un municipio o región no es suficiente con el dinero proveniente de los depósitos para cubrir todos los créditos de aquellos que los quieren usar con fines sociales o ecológicos, se lo facilitarán otros bancos cuyos depósitos de ahorros excedan sus necesidades. La responsabilidad sobre el riesgo de este reparto será asumida por el Banco Central. Oficia como «última entidad de crédito». La posibilidad de quiebra de una sucursal de la banca democrática es altamente improbable, por las siguientes razones:

– El banco no buscará maximizar sus beneficios y por tanto su tendencia al riesgo es débil.

– Los negocios se limitarán al método clásico de créditos; no trabajarán con valores y derivados.
– Serán válidas normas de seguridad en la concesión de créditos.

– Los miembros de las juntas directivas personalmente serán responsables cuando no se siga la normativa.

– De igual manera, una comisión directa y democráticamente elegida se encargará de controlar las actividades de los directivos.

– Los directivos distribuirán adicionalmente el informe de cuentas y podrán ser cesados en cualquier momento.

Aun así, puede haber algún caso aislado de quiebra si al mismo tiempo se da un número elevado de impagos de créditos. En ese caso, el Banco Central evita la quiebra mediante la recapitalización. La banca democrática es demasiado importante para fallar, como los colegios, las universidades, el transporte ferroviario o los hospitales. Hoy en día estos servicios tampoco pueden declararse en quiebra.

 Intereses e inflación

No habrá intereses ni en créditos ni en depósitos de ahorro en el sentido convencional. Los tomadores de un crédito pagarán unas tasas crediticias calculadas para que el banco pueda cubrir sus gastos, incluidos los costes de créditos morosos, las inversiones y los aportes a fondos para fines sociales. A diferencia de hoy, los costes de los créditos no proporcionarán beneficios ni al banco ni a los depositarios.

La banca democrática «real» que se está construyendo actualmente en Austria ofrece intereses a sus clientes según valor de mercado sólo al principio. En cualquier caso, les invita desde el principio a renunciar a ellos en pro de la realización de valiosos proyectos sociales y ecológicos, lo que a la vez hace que baje el precio de los créditos con que se financian éstos. También ilustra de manera activa sobre las repercusiones del sistema de intereses.

Hay tres motivos importantes por los que se debería plantear la completa abolición de intereses:

 1. Alrededor del 90 por ciento de la población sale perdiendo en un sistema de intereses, porque pagan más por los intereses crediticios de lo que reciben de los depósitos de ahorros. Esto no lo conoce la mayoría, porque los bancos no son muy claros al respecto. Normalmente sólo se nos habla de los intereses que percibimos mediante las cuentas de ahorro, que también los tenemos que pagar en las compras diarias, en las que ya están calculados los intereses de aquellos que tienen créditos, es algo que los bancos silencian. Es algo parecido a que de las dos caras del balance nos enseñen sólo una. La banca democrática va a actuar de manera diferente, porque mostrará las dos caras del balance en el marco de la economía nacional.

2. Las rentas del capital de cualquier clase, no sólo los que provienen de los intereses de los ahorros, provocan una presión hacia el crecimiento, porque los tomadores de créditos tienen que devolver más dinero que el que se les ha prestado. La capacidad de carga de la Tierra ya se ha sobrepasado. La «huella ecológica» de la humanidad es mayor de lo que puede soportar el planeta a largo plazo.

3. Un tipo de interés igual a la inflación no es posible en todos los depósitos de ahorro a largo largo plazo juntos. Cada año que crezca el patrimonio en relación con los resultados reales de la economía —y eso pasa cada año que la tasa de ahorro sobrepasa la tasa de crecimiento—, se necesitaría una gran parte de los rendimientos anuales de la economía para proporcionar intereses al patrimonio en un nivel constante. Por ejemplo, si los activos fueran un día cien veces mayores que el rendimiento real de la economía, se necesitaría todo el PIB para poder dar un 1 por ciento de intereses. Con una inflación de 1,5 por ciento ni tan siquiera sería posible mantener el valor de los activos. Matemáticamente, a partir de una determinada proporción entre activos monetarios y PIB, la reivindicación de intereses no es factible.
La banca democrática aclara qué consecuencias tienen los intereses en particular en los títulos de rédito y en general en el sistema y en la economía nacional, y prepara a la sociedad para el fin de los beneficios «desempleados». En vez de elevar una cortina de humo entre los ahorradores y los depósitos con eslóganes como «deje trabajar a su dinero por usted», la banca democrática alienta con un «mire lo que pasa con su dinero».

Como en la economía del bien común ya no domina la presión por el crecimiento, existe la posibilidad de que la inflación se extinga. Con esto también se resolvería el «problema» de la devaluación de las fortunas financieras y los créditos serían más baratos porque hasta los últimos depósitos de ahorro ya no «reivindicaría» intereses para igualarlos a la inflación.

Control social y ecológico de los créditos

En la concesión de créditos debe tenerse en cuenta el conocimiento de la situación local y de los agentes económicos, nada de calificaciones de crédito anónimas. Ya no se comprobará sólo la rentabilidad económica de los que busquen crédito, sino también el valor añadido social y ecológico que aporten. Para este «control del bien común» existirán igualmente una serie de pautas, como para los controles de solvencia económica.
La base del control del bien común será uno de los procesos de valoración empleado en el balance del común. Los proyectos de inversiones con un valor social y ecológico especialmente alto obtendrán créditos sin intereses o incluso con un «interés negativo», es decir, que no tendría que devolver la totalidad de la cantidad prestada. Por el contrario, los tomadores de créditos cuyos proyectos sólo cumplan los requisitos mínimos legales abonarán unas tasas respectivamente más altas. Los proyectos que generen un valor negativo de tipo social o ecológico —por ejemplo un solo establo para diez mil animales o una central nuclear— no consiguen ningún crédito, incluso aunque desde un punto de vista comercial pudieran ser altamente rentables. Con esto, por fin el mercado financiero será un instrumento de gestión hacia un desarrollo social y ecológico sostenible. Las «inversiones éticas» se convierten en un estándar legal.
Créditos y capital de riesgo ecosociales

Se ha vinculado a las bolsas y a otros segmentos del mercado de capital de riesgo la esperanza de que obtengan financiación proyectos cuya rentabilidad es desconocida. No se tienen en cuenta ni los aspectos sociales ni los ecológicos. El departamento de riesgos de la banca democrática asume por fin esa función en los proyectos con plusvalía social y ecológica. Cada banco democrático puede destinar un pequeño porcentaje de sus depósitos como capital de riesgo ecosocial. Una comisión ética democráticamente elegida puede decidir qué proyectos se ponen en marcha.

Una segunda posibilidad, más cercana al mercado, sería que las empresas que obtengan créditos de riesgo ecosociales en caso de tener éxito paguen comisiones más altas y con eso ayuden a financiar los proyectos sin éxito. Pero también tienen que pasar la prueba de control del bien común.

En tercer lugar, las empresas podrían solicitar directamente la participación de los ciudadanos (locales) para alcanzar el capital necesario. Los financieros en este caso no obtendrían dividendos, porque el fin de la inversión no es el dinero sino tener sentido y participar.

Subsidiariedad, democracia, control, transparencia

 La banca democrática es creada subsidiariamente. La mayoría de los créditos se conceden en un nivel municipal. Los bancos democráticos deciden de manera autónoma. En un nivel municipal se elige directa y democráticamente tanto al director como al consejo de administración («junta bancaria democrática»), que le controlará. La junta bancaria democrática se compone de representantes de empleados, consumidores, deudores, pequeñas y medianas empresas así como de una representante de la comisión por la igualdad entre hombres y mujeres y de un «abogado». Todos los gremios se componen del mismo número de hombres que de mujeres.

Para grandes inversiones y créditos estatales existen los niveles de las comunidades y el nivel estatal, que a su vez se financiarán parcialmente con los niveles locales. Los excedentes de los depósitos de ahorros se remitirán al nivel superior siempre y cuando sean necesarios. Los representantes de los bancos locales votan y eligen entre ellos a los directivos y al consejo de administración del nivel regional, y con éstos, a los del nivel estatal. Ni el plano regional ni el estatal tienen una relación de superioridad jerárquica frente al nivel municipal; todos son elementos equivalentes y autónomos de la asociación que forma la banca democrática. Todos los representantes son responsables del informe de cuentas y pueden ser cesados en cualquier momento. Todos los gremios de la banca económica tendrán sesiones públicas.

La transparencia es, junto con la participación, una de las características centrales de la banca democrática. A través de la transparencia se genera confianza. El balance así como todas las operaciones crediticias son —quitando alguna excepción concreta— públicos y accesibles.
Fuente: Christian Felber: “La Economía del Bien Común”. 2012

 

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 2: Giro radical del marco legal económico

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 3: El balance del bien común es el prioritario

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 4: El crecimiento económico deja de ser un finA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 5: Cooperar en lugar de competir

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 6: Democratización de la empresa

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 7: los bienes democráticos

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RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 9: Cuidado del medio ambiente

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 10: Trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 11: La educación como motor del cambio

Rasgos fundamentales de la EBC (8): Un sistema financiero diferente. Unión Monetaria global y moneda local.

un-sistema-financiero-diferente
La economía del bien común necesita un sistema financiero completamente distinto al que existe actualmente. Desde el punto de vista de su utilidad para la sociedad y para el bien común, la liberalización y la globalización de los mercados financieros han vuelto a los bancos totalmente ineficientes. Los ha alejado de su tarea esencial, la transformación de los ahorros (capital financiero) en créditos accesibles para las empresas y hogares locales. Las instituciones bancarias internacionales orientadas a la obtención de beneficio por una parte ya no cumplen esas tareas esenciales y, por otra, no lo hacen de manera satisfactoria.
  • No pueden garantizar las cuentas de ahorro.
  • Ofrecen préstamos caros o directamente no los conceden («restricción crediticia»).
  • Encarecen los costes de mantenimiento de las cuentas y en algunos países incluso se llegan a cerrar las cuentas corrientes cuando los clientes se niegan a adquirir acciones o fondos (por ejemplo, en Gran Bretaña).
  • Menguan las cadenas de sucursales y la atención básica mediante asesoramiento personal.
En lugar de eso, se dedican a negocios tales como:
  • poner en peligro la estabilidad del sistema financiero: banca de inversión, emisión de derivados financieros, comercio con títulos crediticios, especulación monetaria;
  • redistribuir de la multitud a los ricos: fondos de alto rendimiento, bonus y dividendos desmesurados, asesoramiento en la evasión de impuestos;
  • perjudicar al Estado cuando se dejan rescatar con dinero que proviene de impuestos, en vez de exigir responsabilidades a los propietarios (accionistas).
Examinados con detenimiento, los «mercados financieros globales» son una contradicción en sí mismos. En el mercado liberalizado, los bancos tienden a esforzarse por conseguir un tamaño que los haga competitivos. Ése incluso es el objetivo explícito del mercado único europeo y del mercado mundial para los servicios financieros dentro del marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). De ese modo se vuelven obligatoriamente «sistémicos» e invalidan muchas reglas fundamentales del mercado: 1) la quiebra: los bancos sistémicos están condenados a la vida eterna; 2) con ello se acaba la competencia justa. El «mercado» tampoco existe por los siguientes motivos:

– Los ahorros están garantizados por el Estado.

– La refinanciación de los bancos se efectúa mediante el Banco Central estatal.

– También papá Estado procura la estabilidad del sistema.

– No son los accionistas los que responden cuando bancos sistémicos se vuelven        insolventes («responsabilidad de los propietarios») sino los contribuyentes.

Y para colmo, el poder de estas corporaciones internacionales se ha vuelto tan grande que se oponen con éxito a fragmentaciones, regulaciones e imposiciones. No quieren ni mercado ni democracia. Dañan más que sirven a la comunidad y a la economía. No son sólo económicamente sistémicos, sino sobre todo políticamente, y, por eso, representan la muerte de la democracia.

La economía del bien común, por todo lo explicado, se basará en otro sistema financiero completamente diferente. El dinero en forma de crédito debe ser un bien público y los mercados financieros deben ser cerrados.

 – Gestión de activos. No va a haber más fondos. Las personas depositarán sus activos financieros en la banca democrática, bancos cooperativos o cajas de ahorros, que sólo negociarán con depósitos y créditos. Las personas viven de los salarios, no de los rendimientos del capital. Con esto, sus activos monetarios permanecerán seguros y estables, se garantizarán independientemente de su tamaño.

– Bolsa. No habrá mercados en los que se comercie con empresas. Tampoco dividendos. La sociedad anónima del futuro será una sociedad con participaciones de ciudadanos a nivel regional (por ejemplo, en el sector de la alimentación y la energía) o global (por ejemplo, en software o alta tecnología).

– Deuda pública. Si es que todavía existiera, no se comerciaría con ella, tan sólo se contendría, y el interés se fijaría democráticamente. Básicamente, el Banco Central se ocuparía de la financiación del Estado, sin intereses.

– Bancos de inversión. No debe haber en el futuro ni derivados, ni títulos de crédito, pero tampoco ofertas públicas de venta (OPV) ni fusiones y adquisiciones de empresas (M&A).

– Mercados de futuros y de materias primas. Los precios de las materias primas se fijarán democráticamente en una asamblea, en la que productores y consumidores acordarán conjuntamente precios razonables para ambas partes.

– Mercados de divisas. El «globo» o «terra» se establecerá como la moneda de la economía internacional, y los tipos de cambio de todas las monedas nacionales serán «fijados flexiblemente» como monedas de cambio (según propuesta de John Maynard Keynes). La banca democrática cambia las divisas según un tipo unitario.

Con esto, se cierran las principales mesas de juego de los casinos financieros, de los mercados financieros globales. Las funciones básicas de los mercados financieros serán gestionadas por la banca democrática.
Unión Monetaria global

El Banco Central toma parte en una cooperación monetaria internacional según la idea de John Maynard Keynes. Los elementos más importantes de esta cooperación monetaria son los siguientes:

— Creación de una moneda complementaria para el comercio internacional: moneda de reserva mundial o moneda de comercio internacional (por ejemplo «globo» o «terra»).

— Esta se basa en una amplia cesta de monedas y/o materias primas.

— Las monedas nacionales permanecen. Su tipo de cambio con la moneda de comercio internacional se fija en una asamblea global de todos los Bancos Centrales, y, si es preciso, se defiende de la especulación.

— En función de los cambios en los datos fundamentales de la economía real (inflación, productividad, balance de rendimiento), se aprecian o devalúan las monedas nacionales en relación con la moneda de comercio internacional, de tal manera que la paridad de poder adquisitivo se preserva (mediante la devaluación, la «tragedia griega» se podría haber evitado y el desequilibrio Estados Unidos-China no hubiese surgido).

— El que se oponga a apreciaciones/devaluaciones tendrá que pagar intereses de penalización por la desviación respecto a un balance comercial equilibrado —más altos cuanto mayor y duradera sea la desviación.

— El desarrollo de las transacciones monetarias transfronterizas tiene lugar por fin en una cámara de compensación pública gestionada por los Bancos Centrales. Con esto se impide de manera efectiva la evasión de impuestos.

El grupo de expertos de las Naciones Unidas para solventar la crisis financiera y económica presidido por Joseph Stiglitz apoya la propuesta de Keynes como «idea a la que ha llegado su hora».

Moneda local

El «globo» sería una «moneda complementaria» en un plano suprarregional o internacional. También de forma local puede existir una moneda complementaria (local currency) para fomentar la economía regional e incrementar la resistencia de las regiones en época de crisis. Los bancos democráticos podrían emitir estas monedas complementarias.

Mediante la fijación política de los tipos de interés, de las materias primas y de los intereses (mediante los precios de los créditos), ya no hay más mercados financieros, el casino financiero mundial se ha cerrado, la creación de burbujas se ha terminado. Las bolsas pertenecen igualmente al pasado, el capital propio fluye con la participación de los ciudadanos en empresas razonables, la banca democrática proporciona capital de riesgo (ecosocial). El dinero es relegado a un papel meramente funcional, se vuelve barato y sirve al bien común. Nadie puede ser rico sólo con posesiones, los ingresos se generan con el trabajo; los salarios bastan, por tanto, para que todo el mundo viva bien.

Fuente: Christian Felber: “La Economía del Bien Común”. 2012

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 2: Giro radical del marco legal económico

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 3: El balance del bien común es el prioritario

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 4: El crecimiento económico deja de ser un fin

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 5: Cooperar en lugar de competir

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 6: Democratización de la empresa

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 7: los bienes democráticos

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 8.2: Un sistema financiero diferente. Una banca democrática

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 9: Cuidado del medio ambiente

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 10: Trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)

Rasgos fundamentales de la EBC (7): los bienes democráticos

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Junto a una mayoría de las pequeñas empresas privadas y a un pequeño número de las grandes empresas de propiedad mixta, tiene que haber en la economía del bien común una tercera categoría de propiedad: propiedad común pública.

En la época de posguerra, el Estado construía y gestionaba carreteras, ferrocarriles, redes eléctricas, suministros de agua y de gas, universidades, colegios, hospitales, servicios de correos, líneas telefónicas («servicios de interés general» o «servicios públicos»). Desde la década de los ochenta este sector público se ha liberalizado y privatizado progresivamente. Es un proceso que actualmente se encuentra en su punto más álgido y frente al cual se están llevando a cabo protestas y desarrollando tendencias contrarias.

La propuesta de la EBC no es regresar a un sistema de servicios públicos tal y como los conocíamos, sino que la población controle y dirija directamente los sectores esenciales de la economía.

Un bien comunal es tradicionalmente un bien colectivo que pertenece a todos. De ahí podrían sacar su inspiración los «modernos» o «democráticos bienes comunales» de trenes o correos, universidades, servicios públicos, guarderías e incluso los bancos. Los propietarios soberanos ejercerían responsabilidad en estos negocios tomando las riendas de la dirección de estas empresas ellos mismos.
Podemos entenderlo mejor con algunos ejemplos que están ya funcionando por distintas partes del mundo:
  • En Sacramento, la capital del estado de California, la compañía suministradora de energía SMUD abastece a 1,5 millones de personas con electricidad; el consejo directivo de la compañía eléctrica se elige democráticamente. Éste tiene por tanto que regirse según las prioridades de la población, lo que logra de manera excelente. SMUD está constantemente a la cabeza de Estados Unidos y bastante por encima de los estándares mínimos legales en California en los temas que importan a la población, como el cuidado del medio ambiente y servicios de calidad. En las cuestiones importantes, los propietarios pueden decidir por sí mismos: en 1989 SMUD preguntó a los ciudadanos-propietarios si la única central nuclear propia debía seguir o si, por el contrario, se debería plantear buscar un nuevo camino hacia energías alternativas. La mayoría de los proveedores se decantó por cerrar la central nuclear en favor del uso masivo de otras fuentes de energía ecológicas. El éxito de esta decisión «soberana» se aprecia hoy en día con claridad.
  • Los suizos obtuvieron vía democracia directa un éxito similar en medio ambiente. En los años ochenta el gobierno quería reducir la red ferroviaria y privatizarla, como en Alemania. Pero en Suiza el pueblo soberano ejerció su derecho de veto. El presupuesto previsto de miles de millones para la construcción de carreteras se desvió para la construcción de vías ferroviarias. Suiza cuenta hoy por hoy con el mejor y más valorado sistema ferroviario del mundo.
  • En la ciudad brasileña de Porto Alegre se elabora el presupuesto comunal con la intervención de la población («presupuesto participativo»), y el servicio de suministro de agua se ha organizado como una «Public Popular Partnership» (asociación pública popular). En esta alternativa PPP trabajan conjuntamente la administración municipal y la población. El resultado es igual de sensacional que en California: un 99 por ciento de la población está conectado a la red de agua potable, el índice de acometidas del canal ha alcanzado un 70 por ciento. Gracias a que los ricos que riegan sus campos de golf o llenan sus piscinas tienen que pagar fuertes tarifas que aumentan progresivamente, no sólo los pobres son abastecidos con agua potable con tarifas reducidas, sino que además la empresa popular no necesita ayudas del presupuesto comunal: sin un céntimo del dinero de los impuestos.
Una asamblea democrática para los servicios públicos podría definir los ámbitos de negocio que pertenecen al sector público del bienestar y fijaría las reglas de gestión para su organización.
Fuente: Christian Felber: «La Economía del Bien Común». 2012

Puedes profundizar más en el papel de los bienes democráticos en un artículo anterior, publicado en nuestra web:

El papel de los bienes democráticos en las comunidades del bien común

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores

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RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 5: Cooperar en lugar de competir

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 6: Democratización de la empresa

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 8.1: Un sistema financiero diferente. Unión Monetaria global y moneda local

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 8.2: Un sistema financiero diferente. Una banca democrática

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 9: Cuidado del medio ambiente

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 10: Trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 11: La educación como motor del cambio

Rasgos fundamentales de la EBC (6): Democratización de la empresa

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La esencia del bien común es la democracia porque permite la participación conjunta de todas las personas y eso, expresa el mismo valor para todos y todas: la dignidad humana.

Si la obsesión por el beneficio y la persecución del beneficio en interés propio es el objetivo principal, entonces, los implicados activamente en la economía de manera consecuente ponen en marcha toda la maquinaría posible para alcanzar una meta: la supresión de la democracia.

Multinacionales, bancos y fondos de inversión se han hecho tremendamente poderosos a través de grupos de presión, la posesión de grupos mediáticos, la financiación de partidos políticos, o influencia en parlamentos y gobiernos, para lograr tener éxito en realizar sus propios intereses y no el bien común. La democracia se convierte así en la última y más prominente víctima del «mercado libre».

Los grupos internacionales son actualmente más poderosos que muchos gobiernos. Sus decisiones pueden afectar a miles y miles de personas y tienen una influencia desproporcionada en medios, partidos políticos, ciencia y justicia. Es profundamente antidemocrático que unos pocos individuos puedan decidir el curso de estos colosos, mientras que todos los demás afectados —tanto dentro como fuera de las empresas— no tengan ni voz ni voto. Esta situación es incompatible con el mayor valor de la sociedad occidental, la democracia. Por esto, las grandes empresas deberían a medida que se hacen más grandes ser democratizadas e implantar la cogestión de la sociedad.

Un objetivo a largo plazo de la economía del bien común es que el mayor número posible de personas se conviertan en socios de la empresa y que la dirijan compartiendo responsabilidades incluido el riesgo de pérdidas. La democracia no sólo significa que todos puedan opinar, sino también que todos asuman responsabilidad y el riesgo común. Las empresas más pequeñas deberían ser recompensadas —pero no obligadas— cuando hagan participar a aquellos empleados que quieran asumir responsabilidad y riesgos. A menudo se argumenta que no todos quieren; tampoco tienen la obligación. Pero nadie puede afirmar que no haya absolutamente ningún empleado que no quiera tener participaciones en la propiedad ni asumir responsabilidad financiera. Se les puede ofrecer la posibilidad de que aproximadamente año tras año un 1 por ciento o menos del patrimonio de la empresa se transfiera a un fondo de colaboradores, sobre el que los empleados como propietarios con plenos poderes puedan tomar todas las decisiones. Si las empresas hacen algo así, obtienen puntos adicionales en el balance del bien común.

Según el derecho actual, los propietarios de las empresas se pueden apropiar del beneficio total que ha sido producido por todos los colaboradores.

Son necesarias medidas que favorezcan un reparto más justo del patrimonio de las empresas; una relación más estrecha entre rendimiento por un lado y responsabilidad y propiedad por el otro; y la democratización de las empresas y, con ello y por último, el cambio de las relaciones capitalistas por estructuras más democráticas. Estas medidas deben evitar el reparto desigual del capital y, con ello, la gran concentración de poder en grandes corporaciones y particulares,  mediante la democratización interna de las empresas y la socialización progresiva de los medios de producción con el tamaño creciente de las empresas. El resultado sería una economía más democrática y equitativa: más personas podrían participar y contribuir, se tendría en cuenta la opinión y capacidad de más gente, se apreciaría el valor de más personas que hasta ahora —no sólo con una palmada en la espalda sino también con derechos legales de propiedad y participación.

La democratización de las empresas incrementará no sólo la motivación de todos los implicados, sino también su bienestar.

El epidemiólogo e investigador de la desigualdad Richard Wilkinson ha descubierto a raíz de innumerables estudios que «cuando una compañía se transforma en una colectividad mediante una participación grande, se incrementa la productividad»

Medidas para hacer más democráticas las empresas son: la participación progresiva de los colaboradores en la propiedad de la empresa; la inmunización progresiva del beneficio contra el reparto injusto del mismo; la participación obligatoria de los trabajadores en las decisiones de las grandes empresas.

Fuente: Christian Felber: «La Economía del Bien Común». 2012

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 2: Giro radical del marco legal económico

RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 3: El balance del bien común es el prioritario

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EBC Málaga estará en la concentración por un bosque urbano en los terrenos de Repsol

23 DE NOVIEMBRE, A LAS 18:30 EN LA PLAZA DE LA MARINA DE MÁLAGA

En Málaga ha surgido una plataforma, ciudadana y apartidista, por un Bosque Urbano Málaga (BUM) que haga de los antiguos terrenos de Repsol (parcela de 177.000 m2) un pulmón verde en medio de la ciudad en contraposición con el proyecto del Ayuntamiento que pretende crear un nuevo modelo de ciudad basado en la especulación inmobiliaria, el interés de las grandes cadenas comerciales; olvidando por completo el bienestar de las personas que viven en el entorno y de la propia ciudad en su conjunto.

Mucho más allá de una visión economicista de las relaciones humanas y entre las empresas, la EBC apuesta por una visión integral donde todos los actores sociales, incluidos los medioambientales, cooperen en busca del bien de todos, poniendo en el centro a la persona y buscando redes solidarias y activas que integren toda la realidad social que nos rodea.

Desde la EBC Málaga queremos sumarnos a esta iniciativa en el convencimiento de que tanto sus objetivos como el medio participativo y democrático elegido están en plena concordancia con los principios y valores de la Economía del Bien Común. Por eso vamos a estar en esa concentración y queremos animar a todos los malagueños y malagueñas a que se sumen a esta marea por una ciudad más participativa y más verde.