La educación es la base de toda sociedad. En ella está la explicación de las sociedades actuales y el germen de las futuras y precisamente por ello, es un tema de vital importancia.
Necesitamos una educación que contribuya a cambiar el mundo, humanizándolo.
Todo proceso educativo debe buscar construir relaciones equitativas, justas, respetuosas de la diversidad y de la igualdad de derechos entre las personas; que posibilite que nos construyamos como sujetos y actores sociales, capaces de hacer rupturas con el orden social imperante que se nos impone como única posibilidad histórica (el modelo de globalización neoliberal); capaces de cuestionar los estereotipos y patrones ideológicos y éticos vigentes como verdades absolutas (el individualismo, la competencia, el mercado como regulador de las relaciones humanas…); capaces de aprender y desaprender permanentemente , capaces de imaginar y de crear nuevos espacios y relaciones entre los seres humanos concretos con quienes convivimos en el hogar, comunidad, trabajo, país, región; capaces de suscitar una disposición vital solidaria con el entorno social y medioambiental; capaces de desarrollar nuestras potencialidades racionales, emocionales y espirituales como hombres y como mujeres, superando la socialización de género patriarcal y machista y construyendo nuevas relaciones de poder en la vida cotidiana y el sistema social.
Uno de los requisitos más importantes y condición previa para el florecimiento de la economía del bien común es la intervención de nuevos valores, la sensibilización de la conciencia del ser humano incluyendo el propio cuerpo, la práctica de competencias sociales y comunicativas y el aprecio por la naturaleza. Por eso, se proponen seis contenidos básicos aptos para cualquier curso escolar: educación emocional, educación ética, educación comunicacional, educación para la democracia, educación para descubrir la naturaleza y conocimiento del cuerpo.
Educación emocional. Aprender a reconocer los sentimientos, a tomarlos en consideración, a no avergonzarse por ello y a hablar sobre ellos. La comunicación no violenta ha demostrado que una cantidad ingente de conflictos en las relaciones no se resuelven porque las personas no consiguen hablar sobre sus sentimientos y necesidades, ya que no han aprendido nunca a hacerlo. En vez de eso, se dedican a dirigir reproches contra aquellos que no han satisfecho sus necesidades y les han hecho daño. Con esto se alejan de sus propios sentimientos y necesidades, que era de lo que se trataba, y encima dañan a la otra persona. Se forma una espiral dañina interminable, mientras el origen del problema permanece, sin ninguna opción de que se resuelva.
Educación ética. Enseñar los distintos enfoques de los valores y a discutir sobre ellos para formar una inteligencia crítica y dar a conocer aspectos de los valores inconscientes. Por ejemplo, los niños aprenden que se puede competir, y los efectos que eso tiene; pero también que pueden cooperar y cómo impacta comportarse así. También aprenden los principios éticos básicos de las distintas corrientes filosóficas y religiosas en una visión general.
Educación comunicacional. Aprender sobre todo a escuchar. A prestar atención. A tomar en serio. A discutir objetivamente, sin ofensas personales o valoraciones. Puede parecer banal, pero estamos a años luz todavía de una cultura que valore y sepa mantener una discusión abierta y sin violencia. Una democrática cultura de la discusión se caracteriza porque yo trato a los que piensan diferente con respeto, en definitiva, porque expongo mis argumentos con claridad y calma. En la educación comunicacional los niños aprenden también —gracias a la socialización— que existe una forma de comunicación que diferencia hombres de mujeres, para reconocer los papeles aprendidos y poder corregirlos. También aprenderán que los malentendidos son la regla general, y que se necesita de algo de esfuerzo para alcanzar una mutua comprensión.
Educación para la democracia. La democracia es el concepto occidental más valioso. Pero cómo ese valor se llena de vida o se mantiene vivo —interfiriendo, opinando, decidiendo y co-diseñando todos los aspectos de la vida pública— no es nunca, o casi nunca, objeto de estudio en el colegio. La democracia se enseña como un factor seguro, y no como un frágil y vulnerable progreso que en cualquier momento se puede volver a perder. Y de hecho se ha vuelto a perder, porque la mayoría de las personas no encuentran posibilidad de participar, no se involucran, se apartan de la «polis» y del «ágora» con repulsa y frustración; porque se nos imponen otros contenidos vitales —consumo, diversión, drogas— a través de una industria mediática enemiga de la democracia y asesina del espíritu. Se podrían enseñar los siguientes elementos de la educación para la democracia: a) cómo muchos intereses se transforman en uno; b) cómo se toman las decisiones, para que con ellas todo el mundo pueda vivir bien (por ejemplo, a través del consenso sistemático); c) que un trato respetuoso a las diferentes necesidades es la premisa básica para confeccionar la voluntad satisfactoria de una mayoría amplia; d) que se pide el compromiso atento de todos para evitar que se instauren intereses particulares; e) que no se puede delegar la responsabilidad democrática, sino sólo la puesta en práctica. Y sobre todo, se debe enseñar esto: que la democracia acaba de empezar. Hemos degustado aproximadamente una décima parte de las posibilidades de la democracia; la gran experiencia de la «democracia real» aún está pendiente.
Educación para descubrir la naturaleza. Una economía que apuesta por el perpetuo crecimiento del dinero, de los ingresos, del patrimonio y de los bienes materiales está enferma en el sentido de que se ha roto el equilibrio de relaciones. Es «absoluta», desligada del resto de valores y de su base natural: el ecosistema planetario. La esencia de esta enfermedad es la falta de unión y la escasa capacidad de establecer relaciones que tienen muchas personas hacia sí mismas, hacia los demás, hacia su entorno natural y hacia un todo. La cura podría consistir en retomar esas relaciones, en cuidar y equilibrar aquello que es un camino seguro hacia la felicidad. Innumerables personas de todas las culturas han informado que una relación intensiva y valiosa con el medio ambiente, los seres vivos, los ríos, las montañas y el cielo es capaz de curar a los hombres. Si nos regalamos unas horas intensivas en la naturaleza, muy posiblemente el día transcurre feliz hasta el final. En esta asignatura, los niños aprenden no sólo a conocer las plantas, los animales, el agua en sus distintas formas y las piedras. También experimentan el impacto curativo de la naturaleza en cuerpo y alma propios: viento y lluvia, nubes y agua, las estrellas, las flores, las montañas, el silencio. Para aquel que experimenta una unión profunda con la naturaleza pierden atractivo los centros comerciales, la bolsa y tal vez hasta los coches. En cualquier caso, puede que un año de menos consumo material traiga un plus de calidad e intensidad de vida, incluso cuando desde el punto de vista clásico de los economistas de mercado esto significa una traición a la economía, la destrucción de la competitividad de la economía nacional y recesión.
Conocimiento del cuerpo. «La solidaridad es la ternura de los pueblos», decía Che Guevara. Pero ¿cómo se van a comportar los Estados afectuosos unos con otros, si ni nosotros conseguimos ser cariñosos con nosotros mismos? Muchos de nosotros nos alimentamos mal, nos movemos poco, nos abrazamos y acariciamos todavía menos, casi nunca nos damos masajes, ni se los damos a otros, ni tampoco los recibimos. Aunque hasta el momento es uno de los caminos hacia la felicidad de los hombres más rápidos que he conocido. Si comparamos el tiempo que gastamos en ir de compras, ver la televisión, ganar dinero y dar o recibir masajes, saldría a la luz la triste subordinación del cariño y las caricias. El cuerpo humano es un organismo infinitamente sensible con un fino sistema sensorial. Todos estamos en disposición de percibir sutilmente que cada paso, cada roce con algo, se puede convertir en una profunda experiencia sensorial y un masaje del alma. La intensidad y calidad de vida aumentaría tanto que no quedaría tiempo para experiencias no sensoriales. Cuanto más débil sea la sensación, la percepción física propia, más intensamente tendremos que compensar esa frustración con dinero, comida, alcohol y drogas. Por esto, se debería apoyar que los niños desde una temprana edad desarrollen una sutil, atenta y valiosa relación con su cuerpo que incentive la creatividad y la autenticidad, y sobre esta base, hacia el cuerpo de las otras personas y seres vivos. Se puede empezar con juegos, baile y acrobacias en grupo; y más tarde, tras la pubertad, se puede completar con trabajo corporal, masajes, terapias de energía, yoga y meditación.
Fuente: Christian Felber: “La Economía del Bien Común”. 2012
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 1: Valores
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 2: Giro radical del marco legal económico
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 3: El balance del bien común es el prioritario
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 4: El crecimiento económico deja de ser un fin
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 5: Cooperar en lugar de competir
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 6: Democratización de la empresa
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 7: los bienes democráticos
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 9: Cuidado del medio ambiente
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 10: trabajar menos para que trabajen todos (y vivan mejor)