Rasgos fundamentales de la EBC (8): Un sistema financiero diferente. Unión Monetaria global y moneda local.

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La economía del bien común necesita un sistema financiero completamente distinto al que existe actualmente. Desde el punto de vista de su utilidad para la sociedad y para el bien común, la liberalización y la globalización de los mercados financieros han vuelto a los bancos totalmente ineficientes. Los ha alejado de su tarea esencial, la transformación de los ahorros (capital financiero) en créditos accesibles para las empresas y hogares locales. Las instituciones bancarias internacionales orientadas a la obtención de beneficio por una parte ya no cumplen esas tareas esenciales y, por otra, no lo hacen de manera satisfactoria.
  • No pueden garantizar las cuentas de ahorro.
  • Ofrecen préstamos caros o directamente no los conceden («restricción crediticia»).
  • Encarecen los costes de mantenimiento de las cuentas y en algunos países incluso se llegan a cerrar las cuentas corrientes cuando los clientes se niegan a adquirir acciones o fondos (por ejemplo, en Gran Bretaña).
  • Menguan las cadenas de sucursales y la atención básica mediante asesoramiento personal.
En lugar de eso, se dedican a negocios tales como:
  • poner en peligro la estabilidad del sistema financiero: banca de inversión, emisión de derivados financieros, comercio con títulos crediticios, especulación monetaria;
  • redistribuir de la multitud a los ricos: fondos de alto rendimiento, bonus y dividendos desmesurados, asesoramiento en la evasión de impuestos;
  • perjudicar al Estado cuando se dejan rescatar con dinero que proviene de impuestos, en vez de exigir responsabilidades a los propietarios (accionistas).
Examinados con detenimiento, los «mercados financieros globales» son una contradicción en sí mismos. En el mercado liberalizado, los bancos tienden a esforzarse por conseguir un tamaño que los haga competitivos. Ése incluso es el objetivo explícito del mercado único europeo y del mercado mundial para los servicios financieros dentro del marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). De ese modo se vuelven obligatoriamente «sistémicos» e invalidan muchas reglas fundamentales del mercado: 1) la quiebra: los bancos sistémicos están condenados a la vida eterna; 2) con ello se acaba la competencia justa. El «mercado» tampoco existe por los siguientes motivos:

– Los ahorros están garantizados por el Estado.

– La refinanciación de los bancos se efectúa mediante el Banco Central estatal.

– También papá Estado procura la estabilidad del sistema.

– No son los accionistas los que responden cuando bancos sistémicos se vuelven        insolventes («responsabilidad de los propietarios») sino los contribuyentes.

Y para colmo, el poder de estas corporaciones internacionales se ha vuelto tan grande que se oponen con éxito a fragmentaciones, regulaciones e imposiciones. No quieren ni mercado ni democracia. Dañan más que sirven a la comunidad y a la economía. No son sólo económicamente sistémicos, sino sobre todo políticamente, y, por eso, representan la muerte de la democracia.

La economía del bien común, por todo lo explicado, se basará en otro sistema financiero completamente diferente. El dinero en forma de crédito debe ser un bien público y los mercados financieros deben ser cerrados.

 – Gestión de activos. No va a haber más fondos. Las personas depositarán sus activos financieros en la banca democrática, bancos cooperativos o cajas de ahorros, que sólo negociarán con depósitos y créditos. Las personas viven de los salarios, no de los rendimientos del capital. Con esto, sus activos monetarios permanecerán seguros y estables, se garantizarán independientemente de su tamaño.

– Bolsa. No habrá mercados en los que se comercie con empresas. Tampoco dividendos. La sociedad anónima del futuro será una sociedad con participaciones de ciudadanos a nivel regional (por ejemplo, en el sector de la alimentación y la energía) o global (por ejemplo, en software o alta tecnología).

– Deuda pública. Si es que todavía existiera, no se comerciaría con ella, tan sólo se contendría, y el interés se fijaría democráticamente. Básicamente, el Banco Central se ocuparía de la financiación del Estado, sin intereses.

– Bancos de inversión. No debe haber en el futuro ni derivados, ni títulos de crédito, pero tampoco ofertas públicas de venta (OPV) ni fusiones y adquisiciones de empresas (M&A).

– Mercados de futuros y de materias primas. Los precios de las materias primas se fijarán democráticamente en una asamblea, en la que productores y consumidores acordarán conjuntamente precios razonables para ambas partes.

– Mercados de divisas. El «globo» o «terra» se establecerá como la moneda de la economía internacional, y los tipos de cambio de todas las monedas nacionales serán «fijados flexiblemente» como monedas de cambio (según propuesta de John Maynard Keynes). La banca democrática cambia las divisas según un tipo unitario.

Con esto, se cierran las principales mesas de juego de los casinos financieros, de los mercados financieros globales. Las funciones básicas de los mercados financieros serán gestionadas por la banca democrática.
Unión Monetaria global

El Banco Central toma parte en una cooperación monetaria internacional según la idea de John Maynard Keynes. Los elementos más importantes de esta cooperación monetaria son los siguientes:

— Creación de una moneda complementaria para el comercio internacional: moneda de reserva mundial o moneda de comercio internacional (por ejemplo «globo» o «terra»).

— Esta se basa en una amplia cesta de monedas y/o materias primas.

— Las monedas nacionales permanecen. Su tipo de cambio con la moneda de comercio internacional se fija en una asamblea global de todos los Bancos Centrales, y, si es preciso, se defiende de la especulación.

— En función de los cambios en los datos fundamentales de la economía real (inflación, productividad, balance de rendimiento), se aprecian o devalúan las monedas nacionales en relación con la moneda de comercio internacional, de tal manera que la paridad de poder adquisitivo se preserva (mediante la devaluación, la «tragedia griega» se podría haber evitado y el desequilibrio Estados Unidos-China no hubiese surgido).

— El que se oponga a apreciaciones/devaluaciones tendrá que pagar intereses de penalización por la desviación respecto a un balance comercial equilibrado —más altos cuanto mayor y duradera sea la desviación.

— El desarrollo de las transacciones monetarias transfronterizas tiene lugar por fin en una cámara de compensación pública gestionada por los Bancos Centrales. Con esto se impide de manera efectiva la evasión de impuestos.

El grupo de expertos de las Naciones Unidas para solventar la crisis financiera y económica presidido por Joseph Stiglitz apoya la propuesta de Keynes como «idea a la que ha llegado su hora».

Moneda local

El «globo» sería una «moneda complementaria» en un plano suprarregional o internacional. También de forma local puede existir una moneda complementaria (local currency) para fomentar la economía regional e incrementar la resistencia de las regiones en época de crisis. Los bancos democráticos podrían emitir estas monedas complementarias.

Mediante la fijación política de los tipos de interés, de las materias primas y de los intereses (mediante los precios de los créditos), ya no hay más mercados financieros, el casino financiero mundial se ha cerrado, la creación de burbujas se ha terminado. Las bolsas pertenecen igualmente al pasado, el capital propio fluye con la participación de los ciudadanos en empresas razonables, la banca democrática proporciona capital de riesgo (ecosocial). El dinero es relegado a un papel meramente funcional, se vuelve barato y sirve al bien común. Nadie puede ser rico sólo con posesiones, los ingresos se generan con el trabajo; los salarios bastan, por tanto, para que todo el mundo viva bien.

Fuente: Christian Felber: “La Economía del Bien Común”. 2012

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RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN 7: los bienes democráticos

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